Siete de cada 10 mujeres mexicanas han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida (CONAVIM 2022). Y son las propias mujeres organizadas quienes encabezan las luchas por la igualdad y la justicia social.

Así  han surgido numerosas asociaciones y colectivas conformadas por mujeres que se niegan a ser víctimas silenciosas. Son las madres buscadoras que recorren campos y desiertos buscando a sus seres queridos desaparecidos. Son las familiares de las víctimas de feminicidio que no se detienen hasta que encuentran la justicia para sus hijas, madres, hermanas, amigas. Son las indígenas que luchan no sólo por sus derechos como mujeres, sino por la preservación de sus entornos naturales y la protección de sus comunidades. 

Todas ellas viven a diario un desgaste emocional, físico, mental y social que muchas veces se vuelve crónico.

En este panorama desafiante emerge la importancia del autocuidado como un oasis. Ante la norma autoimpuesta del autosacrificio activista, surge el recordatorio de que, incluso en medio del caos, cuidar de una misma no es un acto egoísta, sino una necesidad vital. La sostenibilidad mental, física y emocional se convierte en el cimiento sobre el cual construir y sostener la resistencia.